SHIVA
Maravillosos años del ayer…
“SHIVA”
A mi Tío Pepe
Las horas pasan despacio,
muy despacio...
por el camino angosto
de mi infancia.
Los arrozales de “Santa Inés”
lucen sus dorados atuendos
en un meneo delicado
al ritmo de marinera norteña
en cálida bienvenida.
Los árboles extienden los brazos y me saludan,
recordando esos tiempos
cuando me brindaron sombra
aún en el vientre de mi madre.
Las aguas en los azarbes
corren para alcanzarme
pero les llevo ventaja
y se estancan entre los maizales.
Mi rostro de mocosa pecosa,
de sonrisa dulce
muestra diminutos dientes
de arroz con leche
y olor a canela.
Entre heno y pajilla
correteo con la gracia de un potrillo
y brincando de algarabía
despeino mi melena,
castaña y brillosa
que el sol acaricia.
Soy el equino brioso que piafa
cuando me llaman garza traviesa,
como el ave rebelde
que emprenderá el vuelo
lejos de su nidal
sin brújula y sin retorno.
Sólo mis recuerdos quedan ahí
cultivados por mis abuelos
en profundos surcos
que escribieron el destino
en mi corazón de poeta.
-“¡Shiva, Shiva!”-
Aún escucho a lo lejos
la voz de mi querida abuela
mientras en su fogón de leña
la merienda me espera
en las tardes de mi infancia.
© Elena Vargas